Con intervalos más o menos regulares aparece la noticia que determinado jugador llegó a la concentración de un equipo borracho, con tufo o enguayabado. Siempre es el mismo libreto, es un borracho, lo deben multar con dos o tres salarios mensuales; que se vaya a entrenar con los juveniles, o peor, que lo despidan.
En una columna de hace dos o tres semanas me pregunté por qué en general son más exigentes con los futbolistas que con el resto de los mortales, y con asuntos relacionados con el alcohol más. Obviamente, dirán los sabios periodistas y comentadores, que con tragos no se puede desarrollar bien el fútbol. No hago una apología al alcohol, pero son muchísimos los jugadores en todos lados que han tenido problemas con esta bebida y como son muy buenos nada les han dicho. Al Charro Moreno, Jairo Arboleda, Romario y muchos otros buenos jugadores se les perdonaba pues a pesar de todo eran de lo mejor en la cancha.
Lo primero que hay que decir es que, al menos en Colombia, multar a un trabajador por llegar con tufo, enguayabado o con tragos no es tan sencillo, las multas están específicamente definidas en el Código Sustantivo de Trabajo son muy bajas y tienen una destinación especifica. Se oye muchas veces, múltelo con tanta plata, para que aprenda. No, no es posible, pues a pesar de lo que muchos piensan, los futbolistas están amparados, o deben ser regulados por lo que dice la ley del trabajo.
Por otra parte, cualquier sanción debe estar precedida por un proceso disciplinario, con todas las garantías; estoy seguro que muy pocos equipos en Colombia tienen claro el proceso disciplinario para sus jugadores, es más conozco muy pocos casos donde futbolistas que han cometido faltas muy graves hayan sido sancionados o al menos convocados a un proceso disciplinario o a unos descargos adecuadamente.
Que entrenen con los juveniles o aparte son otras de las medidas que los futboleros piden a gritos para estos jugadores. Pues no, para Fifa y en Colombia este tipo de “soluciones” pueden constituir, motivación suficiente, para que el trabajador futbolista de por terminado el contrato de trabajo con justa causa.
Finalmente, presentarse embriagado a trabajar, si bien es una justa causa para el despido, no es práctico para el club. Al equipo le conviene que el jugador esté al 100%. Es preferible adoptar otras medidas de intervención para que no incurra en el consumo como hábito; un jugador bueno representa una oportunidad para recibir ingresos futuros y su despido, trae como consecuencia la pérdida de esa oportunidad. En general a los futbolistas no se les despide, en últimas se transfiere a préstamo o definitivamente a otro club por algún dinero pero, repito, no es razonable el despido.
Para cerrar, el alcohol no es dopaje. El alcohol no está en la lista de sustancias prohibidas de WADA ni siquiera para automovilismo. No es deseable su tolerancia en el deporte, pero no está prohibido y hasta hace algún tiempo, se permitió el patrocinio.
Muchas son las profesiones donde los trabajadores llegan trasnochados y con tufo que se detecta a kilómetros y no pasa nada, profesores, ingenieros, abogados son tratados con mucha más benevolencia que a los jugadores de fútbol, a pesar de las grandes responsabilidades que acarrean estas profesiones.
Sería bueno iniciar campañas de educación y prevención para alcoholismo y otras adicciones a las que están frecuentemente seducidos los futbolistas, apuestas, sustancias psicoactivas, inclusive analgésicos.
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